Este coro no canta… pero deja sin aliento a quienes lo visitan

Entre las profundidades de la tierra, donde la oscuridad ancestral se transforma en arte, hay un lugar que deja sin palabras incluso a los viajeros más escépticos. No entona melodías ni alberga voces humanas, pero su sola presencia conmueve. Se trata del Coro Subterráneo de la Catedral de Sal de Zipaquirá, un espacio suspendido sobre la Nave Central que se ha ganado un lugar en la memoria de miles de visitantes por su belleza imponente y su atmósfera cargada de simbolismo.
Ubicado a 180 metros bajo tierra, el Coro no se diseñó como un lugar para cantar, sino como un balcón contemplativo. Desde allí, los visitantes tienen la mejor vista posible de la cruz monumental tallada en sal —una escultura de 16 metros de altura y uno de los íconos más reconocidos de la Catedral—. Este mirador ofrece un ángulo privilegiado para admirar la magnitud del espacio, la armonía arquitectónica del templo y la composición visual de luces y sombras que resalta las texturas naturales de la sal petrificada.
Cuatro columnas, cuatro evangelistas
El Coro se apoya en cuatro columnas monumentales de sal, cada una con un diámetro aproximado de 8 metros. Estas columnas no solo tienen una función estructural, sino que representan a los cuatro evangelistas: Mateo, Marcos, Lucas y Juan. En su diseño, se entrelaza la simbología cristiana con el respeto por la tierra que los mineros zipaquireños han trabajado durante siglos.
Para quienes suben al Coro —una de las secciones más altas del recorrido turístico— el tiempo se detiene. El silencio que se percibe en este punto no es vacío; por el contrario, está lleno de historias, de fe, de trabajo colectivo. Desde este lugar se observa también la cúpula iluminada, el altar mayor, las tres naves del templo y la inmensa bóveda salina que ha sido esculpida con precisión casi mística.
Un altar visual y emocional
Más allá de su valor estético, el Coro Subterráneo despierta una emoción espiritual. Es frecuente ver a visitantes quedarse en silencio durante varios minutos, contemplando el paisaje salino como si intentaran descifrar un mensaje oculto entre los cristales y vetas de sal. Es un espacio donde la arquitectura y la geología se funden en una experiencia casi litúrgica, sin necesidad de palabras ni cantos.
Este punto es uno de los favoritos para las fotografías, especialmente por el contraste entre la sobriedad mineral del entorno y los juegos de luces que simulan un templo celestial bajo tierra.
¿Por qué no puedes dejar de visitarlo?
Visitar el Coro es vivir la Catedral desde lo alto y desde adentro. Es ver el templo como lo haría un arquitecto, un escultor o un creyente en busca de lo divino. Es también entender por qué esta obra fue declarada “Joya arquitectónica de la modernidad” y por qué ha sido catalogada como la Primera Maravilla de Colombia.
Mucho más que una atracción turística, el Coro Subterráneo representa el culmen de la experiencia sensorial en la Catedral de Sal. No hay audio guía que haga justicia a la impresión que deja estar allí, ni fotografía que capture del todo la magnitud del momento. Hay que vivirlo.
Y aunque no canten, sus piedras resuenan con una melodía silenciosa que muchos se llevan grabada para siempre.